Gloria y su hijo Alejandro son de un pueblo rural pobre en el sur de México. Gloria está casada con un hombre profundamente arraigado en un violento cartel de drogas. Vivió con su esposo durante más de una década y fue sometida a abuso físico y mental, incluida la violación conyugal de rutina. A diferencia de muchas víctimas de violencia doméstica en los Estados Unidos, Gloria no pudo obtener ayuda de otras personas en su ciudad, ni siquiera de las autoridades. Todos temían a su marido y el alcance del cartel.  

 

Cuando Gloria logró escapar con sus dos hijos y trasladarse a una gran ciudad a 300 millas de distancia, su esposo la encontró un año después. Le exigió que volviera con él; cuando Gloria se resistió, secuestró a su hija de 10 años y amenazó con volver por ella y su hijo menor, Alejandro.  

 

La historia personal de Gloria desafiará una serie de mitos sobre la inmigración y mostrará la vulnerabilidad de las mujeres inmigrantes de color a la violencia masculina y a un sistema de inmigración que los hombres imponen en gran medida.